Masacre olímpica

Buenos Aires 2096

Matías Rojas se levantó esa mañana más tranquilo de lo que cabía esperar. Para tener la muerte a la vuelta de la esquina se estaba comportando con una calma impropia, incluso para él. Su imaginación llevaba meses transportándolo a destinos cada vez más desagradables, pero una vez comenzados los Juegos Olímpicos ya poco más podía hacer, su cuerpo parecía relajado: iban a terminar las elucubraciones.

El vigesimoprimer presidente del Comité Olímpico Internacional había dado pistoletazo de salida a la cita olímpica el día anterior en Argentina. La primera vez para el país, la segunda en Sudamérica tras los de Río 2016.

El único país que se había atrevido a albergarlos y el último presidente lo suficientemente osado para estar al frente del organismo. Lo de Matías era realmente una mezcla entre osadía y desdén. Sus paisanos le agradecían poder disfrutar del evento en casa, aunque en muchas iglesias y sinagogas ya rezaban por su alma.

¿Durante qué jornada iba a aparecer muerto? ¿Cogerían esta vez al asesino? Las casas de apuestas no le alargaban la vida más allá de la primera semana, Sportik pagaba muy bien la muerte en la ceremonia de clausura. Pero que a la quinta fuera la vencida con quien o quienes fuesen los cazadores de líderes olímpicos se pagaba a diez mil dólares por cada dólar apostado. El FBI, la resurgida KGB y todos los cuerpos y fuerzas de seguridad e investigación secretos permitían estos juegos por si les daban alguna pista.

En los de Gaza 2092, Amogelang Dlamini fue encontrado sin vida en el sillón de su hotel. Lachlan Smith fue visto por última vez en el estadio de atletismo de Corea Unificada en los del 2088. El cuerpo de Ivana Horvat fue abandonado en las calles de Nueva York cuatro años antes. Y en 2080, cuando los de invierno y los de verano volvieron a juntarse por primera vez de nuevo en una misma edición, Jorge Roig fue el protagonista de los de Sevilla-Valencia-Zaragoza-Huesca-Bilbo eclipsando con su muerte las 23 medallas que por fin conseguía España.

Con Roig comenzó todo y nunca se filtró información de ninguna clase sobre los siguientes tipos de crímenes a la prensa. En vista de que, por seguro que fuera el lugar y medidas que se tomaran, todos acababan en la caja de madera, ya nadie quería ser el mandamás y ser sede ya no interesaba como antaño. Los aros estaban manchados de sangre.

Matías Rojas había soñado con un arquero girándose hacia el palco y atravesándolo con una flecha, con un tirador metiéndole un tiro mientras iba al lavabo, con un taekwondista tirándolo desde lo alto de La Bombonera de una patada y hasta con el bisnieto de Carl Lewis saltando sobre su pecho mientras permanecía inmovilizado sobre el foso de longitud.

Se habían estudiado tanto los calendarios y agendas de sus predecesores, por si algún deporte tenía que ver con el crimen, como los contactos de las personalidades que habían rodeado los días previos a cada presidente. Nada. Callejones sin salida. Y sin pistas llegaron al doscientos cumpleaños de los Juegos Olímpicos modernos.

Una vez concluida la primera jornada de regatas de remo, Rojas se subió al coche oficial para poner rumbo al rocódromo. Sintió un escalofrío cuando los seguros del coche se hundieron en las puertas.

— No grite, por favor—dijo el chófer en un español un tanto extraño— no le servirá de nada.

Ahí supo Matías que había llegado su hora. Tragó saliva y miró el retrovisor central. Un corazón débil no habría sobrevivido a esa visión ni a ese hedor. Aquella criatura humanoide contaba con un tercer ojo más pequeño en medio de la frente, solo que carente de párpado, y con una piel un tanto escamosa. Parecía respirar más por ella que por su diminuta nariz.

— Llevamos décadas perfeccionando la comunicación con su raza. Asienta si me entiende.—Tembloroso, Rojas afirmó con la cabeza— Bien, no queremos hacerle daño. Lo de Roig fue en defensa propia.

A la mente de Matías llegó de un fogonazo el cadáver del magnate valenciano. Fue el único asesinato violento. Para acceder a ser presidente puso como requisito conocer los detalles de cada muerte. Jorge fue degollado con un cuchillo jamonero olímpico. La prensa contraria a la inclusión del Corte de jamón como nuevo deporte en el programa de Sevilla-Valencia-Zaragoza-Huesca-Bilbo 2080 aprovechó para atizar de nuevo a la idea de los españoles. Sus sarcásticos titulares gustaron especialmente a los deportistas de eSports.

— Mi nombre es Uko y vengo de Kurchjagen—le pareció más un carraspeo que el nombre de un lugar— un planeta de la Galaxia Andrómeda, a unos tres millones de años luz de aquí.

Rojas descartó que fuera todo una broma no solo porque el miedo lo tuviera paralizado, también porque entendió que Amogelang, su antecesor, muriera de un infarto al plantarse ante él un extraterrestre con esas pintas. Vestía una estrafalaria túnica para vestir sus extremidades.

— Tras observar durante más de un siglo su macroevento, quisimos crear nuestra primera olimpiada intergaláctica. Para ello convencimos a Ivana Horvat para echarnos una mano, pero no sobrevivió mucho tiempo a las condiciones climáticas de Kurchjagen y la devolvimos a la Tierra cuando falleció. Creamos un ecosistema especial para que su especie pudiera sobrevivir y lo volvimos a intentar con Lachlan Smith—Matías parecía atenderle— pero su inglés era muy limitado y nos llevó demasiado aprender coreano… el hombre sufre en la actualidad demencia senil, está irreconocible. Permítame señalarle que escoger líderes en plena senectud no es muy inteligente por su parte…

— Ya…—balbuceó Rojas.

— El pobre Amogelang se llevó un buen susto…—lo lamentaba de verdad—desde entonces nos dedicamos a estudiar los principales idiomas de su planeta. Poco pragmático su mundo, pero muy enriquecedor e interesante, si me permite la puntualización.

— Supongo…

— Serán cuatro saltos espaciales. Llegaremos en pocas horas. Tiene bolsas para vomitar debajo del asiento.

— Pero si no he aceptado.

— Créame, las condiciones son inmejorables. Volverá a Argentina como héroe de la humanidad y nadie de su familia, ni siquiera sus futuros descendientes, tendrá que preocuparse por trabajar nunca más.

— ¿Qué esperan de mi?

— Hemos desarrollado en estas décadas sus deportes, hemos replicado e incluso mejorado las instalaciones, prendas y herramientas que emplean para su práctica. Tenemos árbitros y directivos que son genéticamente incorruptibles y una tecnología más rápida que el dopaje… pero nos falta lo más importante.

— ¿El qué?

— Alguien que nos ayude a diseñar el proceso de clasificación olímpica perfecto— entonces Matías reaccionó de golpe, ¿dónde narices la había escondido? Su jefe de seguridad le había dado una para emergencias. Uko no tuvo tiempo de impedírselo, la tapicería de su vehículo espacial, que ya había abandonado el camuflaje, quedó impregnada de sangre humana.

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Soy Álvaro

El 5 de julio de 1954, mi abuelo inauguraba el ‘Liceo Coll’ en Quart de Poblet. El título de esta web pretende homenajearlo.
Después de muchos años enfocándome principalmente en el deporte olímpico, quiero volver a escribir sobre todo aquello que se me pasa por la cabeza: noticias, cine, literatura, deporte, videojuegos…