¿Qué está pasando con EEUU y TikTok?
La prohibición de TikTok en EEUU no atiende a la seguridad de datos ni al supuesto espionaje, ni siquiera a la censura o a guerras comerciales. La clave está en el algoritmo.
Cuando pasamos de publicación en publicación en Shorts de YouTube, en Instagram, o donde sea, el famoso algoritmo va aprendiendo de nuestros gustos, así nos engancha. Y así también nos influencia y manipula.
El Brexit tuvo detrás a Cambridge Analytica. Tras identificar a determinados perfiles de votantes mediante las redes sociales, los bombardeaba con posts personalizados contando prácticamente que la Unión Europea era descendiente de Satán.
Así se altera el resultado de un referéndum, controlando lo que se ve. Los medios de comunicación no pueden, al contrario de lo que muchos creen, decirte qué pensar, cambiar una opinión. Pero sí fijar la agenda. Los medios y los partidos políticos sí fijan los temas sobre los que pensar. Por ejemplo, poniendo atención a cierto tipo de delitos o de problemas que pueden ser menos frecuentes o graves que otros y que, sin embargo, los hacen parecer más relevantes de lo que realmente son hablando de ellos todo el tiempo.
Así, con todo esto, si controlas el algoritmo puedes radicalizar a la población: potenciar sus prejuicios. No es infalible, pero rascando un poco de cada sitio se llega a conseguir masa para la pizza. Lo vemos en EEUU y en España, sabemos qué ven los más jóvenes y por qué Musk compró Twitter. Control. El que no tienen con TikTok. Pretenden separar, al menos, a los consumidores estadounidenses que lo consumen, que una empresa americana esté detrás y poder darle indicaciones desde el gobierno.
El ejemplo más claro lo pone El Juego del Calamar. Netflix no tenía fe. No tuvo presupuesto de marketing ni promoción alguna. La fórmula le decía a Hollywood que la serie era olvidable. Fue enterrada y no apareció en 2021 en la página de inicio al estrenarse.
Pero a los días la noticia se difundió por las plataformas sociales. 1,2 millones de vídeos creados en TikTok le dieron la vuelta a la tortilla. De forma orgánica fue tendencia en más de noventa países. En 24h alcanzó más de dos millones de visualizaciones y en un mes, sin gastarse un duro, llegó a 111 millones de espectadores. Con estos usuarios no contaba la industria norteamericana y no le sentó bien pese al triunfo.
Su manual, el Libro gordo de Petete, había fallado. Resulta que las promos pagadas ya no son tan efectivas, ni los grandes presupuestos para redirigir el consumo con patrocinios e influencers. El éxito resultó estar en ser auténticos, en ser más locales en lo cultural, que lo universal sea el tema y no la trama. El refinamiento muestra más el cartón, sin quererlo, que lo genuino.
Con una quinta parte de lo que le cuesta a Netflix mantener Friends, ha obtenido una audiencia récord. TikTok, las opiniones en Reddit y las teorías de los fans han superado a los comunicados oficiales y anuncios de toda la vida. Los propios espectadores hicieron el marketing. Consiguieron un 98% de retención, algo inaudito. Y esta plataforma de creación de riqueza digital… no es suya. Y hoy, que la película en los cines sirve casi como trailer para que sepas que va a llegar a tu servicio de streaming de cabecera, es la Piedra de Rosetta de no solo el entretenimiento.
Lo de agradecer la propia herramienta a un presidente de gobierno, escribiendo su nombre, la extensión de la prórroga, ya júzguenlo ustedes mismos. ¿Se imaginan esto mismo en sus móviles con cualquier otro líder?

Si quieren continuar operando, deben encontrar un socio, un comprador yanki, otro Elon Musk.
Europa —de momento— es la única que no controla ninguna red social. Por eso, entre otras cosas, crecen desde la extrema derecha las ideas antieuropeas en nuestro propio continente.








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