Las aventuras de Spirou y Fantasio.

La genialidad de Diario de un ingenuo.

Uno de los inconvenientes de mantener el copyright tal y como se concibe en la actualidad es que las creaciones quedan en manos de editoriales, discográficas, sociedades de gestión… y al final los autores acaban pintando muy poco en sus propias obras y cobrando aún menos. Con la excusa de proteger la cultura y a los artistas, el tan ambiguo concepto de Propiedad Intelectual es el pretexto perfecto para que se lucren unos pocos mientras se critican y persiguen prácticas destinadas a compartir creaciones y difundir el trabajo de guionistas, dibujantes, etc.

De este modo si determinada editorial decide que una obra deja de ser rentable no imprimirá más ejemplares y dejará de publicarse, quedando así descatalogada. Tan solo podríamos encontrarla recurriendo a prácticas supuestamente delictivas. En el polo opuesto podemos encontrar casos en los que una empresa cree tener la gallina de los huevos de oro con una obra y explota el producto (porque a fin de cuentas convierten la cultura en productos) hasta límites insospechados desvirtuando la creación original. Merchandising, obras derivadas… acabamos aborreciendo auténticas obras de arte del cine o del cómic saturados de tantos elementos en venta de lo mismo en las tiendas.

Robert Velter (con el pseudónimo de Rob-Vel) creó el personaje de Spirou pero, tras muchas complicaciones surgidas durante y tras la Segunda Guerra Mundial que dificultaban la publicación de sus dibujos, acabó vendiendo su personaje a la editorial Dupuis. Que un personaje deje de pertenecerle totalmente a su autor para pasar a tener un dueño que no es una persona física, personalmente, me parece que es lo peor que le puede pasar. Spirou ha pasado por muchos dibujantes, cada uno le ha llegado a cambiar su traje, el humor, el trazo o han hecho más neutral o más polémica la política de sus historias… y aunque eso enriquezca a la saga en detalles y matices según la época en la que se analice la serie, también la ha convertido en irregular; y eso le ha complicado competirle en el mercado a sus rivales.

Recuerdo como me defraudó el cartucho de Spirou para la MegaDrive, los derechos llegaron a manos de Infogrames y convirtieron a nuestro carismático personaje en un héroe de videojuegos, pero no les salió nada bien la jugada, de nuevo Tintín tuvo también más éxito hasta en el género de plataformas. Y, sin desmerecer al dueño de Milú, no era porque Spirou fuera peor, es que no se le estaba haciendo honor a la calidad que ofrecían las historias del siempre optimista compañero de Fantasio.

Émile Bravo, con Diario de un ingenuo, hace que nos reencontremos con Spirou y Spip devolviéndole la grandeza y la frescura a nuestro protagonista. Conservando la ingenuidad y los gags de Jijé pero también alejándose de las convenciones de la historieta infantil como había hecho Franquin a finales de los 40. Émile Bravo aúna lo mejor de todos para contar la historia de los orígenes de Spirou; siendo realista y más polémico como lo fue Fournier cuando estuvo al mando de la serie. De hecho, durante una parte del cómic de Bravo, veremos como cambia temporalmente su habitual traje de botones como Fournier empezó a hacer.

Con un dibujo encapsulado a la perfección, limpio y suave, siempre muy bien encuadrado en planos que ayudan a que el movimiento sea dinámico, Émile hace una aventura que llega muy hondo. Las figuras están muy bien delimitadas con líneas continuas y depuradas, con colores que suelen contrastar. La historia, a pesar de lo duro que es el contexto y de los puntos de giro tan crueles, la hace muy llevadera y entretenida, incluso encantadora por momentos. Combina personajes gráficamente caricaturescos (como el seguridad del hotel) con el entorno realista de la Segunda Guerra Mundial.

Verle jugar a fútbol con sus amigos recuerda fugazmente a los comentarios y momentos políticos de Mafalda, Peanuts o Calvin and Hobbes, mezcla el componente ingenuo e inocente de los niños con la política de manera excepcional. Podemos ver a los infantes usar términos como “fascista” o “rojo”, Bravo incluso aprovecha uno de esos partidos que acaban en peleas para incluir un comentario mordaz sobre Tintín y Spirou. La historia está hilada con una delicadeza y una ironía sublime, y la ardilla no se quedará atrás en sus breves pensamientos, por supuesto.

Con la perspectiva que da escribir tantos años después sobre tan infame acontecimiento, Émile Bravo aprovecha la voz de la muchacha para despertar y madurar a Spirou. Lo invita a pensar y a reflexionar sobre el mundo y el botones del Moustic, interesado en salir con la chica y en agradarle, se interesará por lo que ocurre en el mundo para después salir a él con Fantasio. Con críticas a la idea del nacionalismo y de la patria, Bravo irá haciendo que Spirou avance en su adolescencia.

La picardía de Spirou, su habilidad para salirse con la suya, enamora al lector y le hace volver a su infancia. Su carisma en el hotel y con sus amigos, su humor aun cuando llega al habitáculo que tiene por casa y su energía contagiosa le dan, a este niño tan avispado, una dimensión mayor a la hora de perder su inocencia y evolucionar como persona. Cuando compra el atlas y deja el mundo de la calle un rato para cultivarse un poco más, equivale al día en que, por primera vez, en lugar de cambiar el canal cuando llega la hora de las noticias en la televisión; nos quedamos interesados a verlas.

Fantasio por su lado también tiene una evolución, el morboso personaje que busca exclusivas típicas de la prensa rosa se unirá a la nueva cruzada del escurridizo e impetuoso botones. De perseguir de forma persistente a Spirou para que le informe de lo que acontece en en el hotel, pasará a interesarse por el mundo de la política a base de un buen mazazo. El estado previo de ambos personajes, éste último por superficial y el asistente de hotel por excesiva ingenuidad, refleja la situación por la que pasaba Bélgica, que parecía desentenderse entonces de todo con cierto pasotismo: la guerra pasaba “lejos”. Bravo, desde la distancia, puede contarnos sin implicaciones personales la situación prebélica que entonces no se contaba y que estaba ocurriendo. Bélgica fracasó como estado y se doblegó a Alemania, pero como la historia la escriben los vencedores estamos ante un contexto poco estudiado.

Escribir el origen de un personaje tan importante es complicado, hacerlo en un contexto así lo es todavía más y hacerlo además con tanta sencillez dice mucho de la obra de Émile Bravo. Hace fácil lo difícil, con fluidez y manteniendo la esencia de Spirou pese a que le aporta su toque personal. Y la traducción al español no le ha restado perfección.

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Soy Álvaro

El 5 de julio de 1954, mi abuelo inauguraba el ‘Liceo Coll’ en Quart de Poblet. El título de esta web pretende homenajearlo.
Después de muchos años enfocándome principalmente en el deporte olímpico, quiero volver a escribir sobre todo aquello que se me pasa por la cabeza: noticias, cine, literatura, deporte, videojuegos…