Un ascenso polémico en la LNFS que despierta viejas (y no tan viejas) historias

La curiosa relación deportiva entre valencianos y andaluces

Una mala noticia para el fútbol sala nacional ha ascendido al Family Cash Alzira a Primera División. Un regalo para su cuarenta aniversario. El conjunto de Braulio Correal (entrenador referente con el que tuve la suerte de compartir club y pista en La Petxina durante unos años) ya ha agotado existencias durante la fase de preventa de camisetas.

Y es que desde las redes sociales hasta la estructura y organización del club, el Alzira Futsal lleva años haciéndolo muy bien. Es su segundo ascenso tras el conseguido en la temporada 22/23, aunque al contrario de lo que casi todos los medios importantes publican no será su segunda participación en la máxima categoría, pues ya participó con los mejores en el curso 89/90, cuando se fundó la División de Honor. Más recientemente, su buen hacer hizo que la RFEF le diera la Supercopa de España de 2023 al Paulau d’Esports d’Alzira.

Aunque la LNFS está más bonita que nunca con equipos como El Palma, El Peñíscola o el Jimbee Cartagena ofreciendo futsal de altos quilates, el bajón del fútbol sala nacional es notorio cuando la selección compite contra rivales que antes estaban a años luz. Decenas de entrenadores españoles se han marchado a hacer las Américas, las Asias, las Áfricas y las Europas. Si a eso le unimos las famosas nacionalizaciones se torna evidente que el nivel mundial ha subido sensiblemente.

Iba a acabar pasando, entrenadores de formación sin contrato y cobrando miserias en la base desde hace décadas (incluso en clubs punteros e importantes) y patrocinios históricos que se van a pique (Movistar romperá su longeva alianza con el Inter) que recuerdan al ocaso del balonmano patrio, cuando las empresas de la construcción abandonaron los clubs. Sin cemento no hubo paraíso.

La última herida ha sido la del Betis, que a pesar de ganar la Segunda División y obtener el ascenso directo ha eliminado su sección del 40×20. Duele especialmente que un proyecto tan ilusionante como el bético, nacido en 1987 pero integrado e impulsado desde 2016 con su estructura tras el acuerdo con el Fútbol Sala Nazareno, diga adiós a un deporte tan importante en España. Más cuando en la 23/24 lograba la Copa del Rey tras muy buenas temporadas. Podían ser ejemplo para muchos otros.

Esta desaparición le ha otorgado el ascenso al Family Cash Alzira, segundo en la liga regular. Y el Málaga —subcampeón del Playoff— ha saltado como un resorte a reclamar la promoción. El juez ha sido claro: la renuncia es del equipo verdiblanco, que obtuvo su premio a lo largo de las treinta jornadas, por lo que el segundo —el club valenciano— le sustituirá. Si la renuncia hubiera sido de O Parrulo —campeón del Playoff— le daría la razón a los malagueños.

Aún así el Málaga Ciudad Redonda quiere impugnarlo todo —otra vez— y está dispuesto a retrasar el inicio de las competiciones si hace falta. Se aferran a lo que dicen las Bases de Competición (que la prioridad es para el subcampeón del playoff). El problema es que se contradicen con el Reglamento General de la RFEF (que da prioridad al segundo de la clasificación anual). Ambos clubs son víctimas de un error legal de una Federación y una Liga que llevan años haciendo las cosas rematadamente mal y dividiendo en vez de multiplicando. Empezando por su guerra por los derechos televisivos.

Un tercer elemento que no parece estar teniéndose en cuenta en los argumentarios es que el Alzira ni siquiera debería haber entrado en los playoffs. Si el Betis, que sabía desde hace meses de esta decisión, la hubiera comunicado antes en tiempo y forma, el club de la Ribera Alta ni siquiera hubiera participado con los gallegos y andaluces en el torneo que otorgaba la segunda plaza, pues hubiera ascendido de forma directa. Planificacando así su siguiente temporada con margen.

Todo esto me ha hecho pensar en las idas y venidas con Málaga y Andalucía en general. Joan-Carles Martí escribía en el Levante esta semana que los Mundiales de fútbol han sido los grandes puñales que han desangrado al Valencia Club de Fútbol. El de 1982 con Naranjito metió a Mestalla en una reforma que lo acabó por hundir a Segunda División poco después por primera vez (todo para tres partidos contra Honduras, Irlanda del Norte y Yugoslavia). El de 2030 va por el mismo camino con el innecesario Nuevo Mestalla (para tan solo albergar un partido entre selecciones seguramente orientales). En ambas ocasiones, los políticos y presidentes malagueños fueron más inteligentes y renunciaron a ser sede: pusieron por delante a sus ciudadanos y rebotó hasta el País Valencià. Que Louzán no cuente milongas.

Pero la historia del club ché con el fútbol andaluz es de amor-odio. En Málaga se proclamó campeón de liga 31 años después. Ayala y Fabio Aurelio dejaban sentenciado el partido para levantar la quinta en 2002. En Sevilla, en 2004, con otro 0-2 a pesar de jugar con los no habituales, levantaron la sexta.

Si retrocedemos al citado descenso valencianista, al único hasta la fecha, el club llevaba tonteando varias temporadas con la posibilidad y salvándose in extremis (el gol de Tendillo al Real Madrid ningún presente lo olvidará: le daba la liga al Athletic, quitándosela a los visitantes, y suponía la permanencia). Mas en 1986 el Betis amañó su partido contra el Cádiz para mandar a los de la ciudad del Turia a los infiernos. La victoria bética salvaba al Valencia y en un partido bochornoso, en el que tan solo dispararon a puerta una vez y desde donde Cristo perdió la sandalia, sellaron un primado y arreglado empate a nada.

Deja un comentario

Soy Álvaro

El 5 de julio de 1954, mi abuelo inauguraba el ‘Liceo Coll’ en Quart de Poblet. El título de esta web pretende homenajearlo.
Después de muchos años enfocándome principalmente en el deporte olímpico, quiero volver a escribir sobre todo aquello que se me pasa por la cabeza: noticias, cine, literatura, deporte, videojuegos…