Ozzy Osbourne y Mestalla

Una verticalidad mágica que no se debe perder

El padre del heavy metal, Ozzy Osbourne, fallecía esta semana a los 76 años. Este 5 de julio dio su concierto de despedida. Reunió de nuevo a Black Sabbath, a Geezer Butler, Tony Iommi y Bill Ward y en su Birmingham natal fueron acompañados de leyendas de la música como Metallica, Anthrax, Mastodon, Slayer o Guns N’ Roses. Los 140 millones de libras que se recaudaron han sido donados a hospitales infantiles y a fundaciones para el estudio y el cuidado de los enfermos de párkinson.

Su adiós me ha hecho recordar las leyendas urbanas que le rodearon, la imagen negativa que le colgaron a él y a su música, que incluso le llevaron a juicios absurdos. Los años le irán poniendo cada vez más en su sitio, como pionero, como icono. El grupo valenciano Gigatrón ya cantaba en A mi solo me gusta el rock:

A menudo los manogüar (Manowar)
vienen a mi barrio,
cuatrocientos pijos mueren
bajo sus hachazos.
Ozzy Osbourne es presidente
electo del gobierno.
Los maderos llevan greñas
y me hacen cuernos.

Cuando mi hermano me enseñó un verano este tema grabado en un cassette TDK, le pregunté quien era ese tal Ozzy. Tendría menos de 10 años y estaba inquieto a su lado porque iba a ir a la presentación del Valencia en Mestalla. A mi primer Trofeo Naranja. Iba a ser mi segunda visita al coliseo valencianista, pues mi padre me había llevado unos cinco años antes a ver un Valencia B – Premià que se jugaba por algún motivo allí. Mi padre, que era más de la inmortalidad de los Beatles, quería que conociera el estadio cuando no estuviera infestado de la oscuridad propia de los adultos que sientan sus culos en las gradas en Primera División.

El Príncipe de las Tinieblas formó parte de mi ritual previo a salir de casa durante mi primera temporada visitando Mestalla mientras se disputaba la liga. Así que cuando llegaba a la avenida Aragón sonaba War Pigs en mi walkman y cuando subía las escaleras y aparecía por el vomitorio el césped me recibía con Children of the Grave. Tras el partido, la cara B era toda para Extremoduro.

El curso siguiente descubrí lo que me podía aportar Neil Young y cambiaron mis hábitos musicales internacionales. Aunque nunca dejé de escuchar del todo a Ozzy, nunca volví a escucharlo con tanta asiduidad, pero la primera vez que me recibió el rugido de la verticalidad de Mestalla fue con él. ¿O fue la imposible inclinación del estadio la que me acompañó durante mis primeros pasos en el metal?

Ahora lo sé. Es el ángulo único —e irrepetible legalmente— de las gradas el que me dejó impronta y su onda expansiva la que me vinculó con el grupo heavy para siempre. Le pasa a todos. A los amigos…

A los rivales…

Y a los visitantes puntuales como el tinerfeño Special Sixyt, que explicó y habló así en Instagram de la personalidad de Mestalla tras hacer un amplio recorrido por los campos españoles.

Tras ser atacado por hooligans de varios equipos, insistió y reiteró la magia de un estadio que debe ser salvado. No vaciló y lo recalcó en otro vídeo.

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Soy Álvaro

El 5 de julio de 1954, mi abuelo inauguraba el ‘Liceo Coll’ en Quart de Poblet. El título de esta web pretende homenajearlo.
Después de muchos años enfocándome principalmente en el deporte olímpico, quiero volver a escribir sobre todo aquello que se me pasa por la cabeza: noticias, cine, literatura, deporte, videojuegos…