Una historia de amor
Nuestro hockey hierba está de fiesta, mejor dicho: sigue estándolo. Pasan las décadas y, pese a las pocas licencias que tiene en comparación con las grandes potencias, sigue engrosando las vitrinas de éxitos y partidos para el recuerdo.
Dos bronces en la cita continental. El primero lo logró la selección masculina. Álvaro Iglesias espoleó a los suyos y se impusieron en Mönchengladbach al conjunto galo con relativa comodidad. Un 2-0 que suponía la séptima medalla europea: dos bronces, tres platas y dos oros (Madrid 1974 y Leipzig 2005) que se suman a las dos platas mundiales y a las tres platas y el bronce olímpicos. Llevan deleitándonos desde 1960.
Pero me quiero detener en ellas. Las que hicieron que me enamorara de su deporte hará ya unos veinte años o más, una selección que rebosa calidad, humanidad y pundonor. La femenina sumó con su victoria en los shoot outs su cuarta presea europea (su segundo bronce en esta cita), una compañía magnífica para ese bronce mundial de 2018 y para el oro olímpico de 1992.
Mientras gritaba cada parada de Clara me venía el olor al campo de Beteró en València. Cada intervención invocaba a todas las veces que me han levantado de la silla esta temporada durante la FIH Pro League, a mis charlas con ellas… ¿cómo no iban a ganar teniendo a Lulu de faro? Lucía Jiménez le da a este equipo una garra y una alegría contagiosa. Cuando Lulu te mira te transmite ilusión y liderazgo, es imposible escucharla y no emocionarse.
Esta generación ha empezado muy bien, sobre este metal pueden seguir construyendo y trabajando para evolucionar. Tienen de ejemplo el largo periplo de Bea Pérez por la absoluta. Omnipresente siempre en el campo, la cántabra, además de referente, es generosidad. Con la sencillez que la caracteriza ha hecho su deporte más comunicativo. Todas han aportado su granito, pero es Bea la que lo ha hecho parecer siempre todo más fácil. ¿Cómo no vas a creer cuando pasas un rato tranquilo con ella?
La nueva hornada tiene a mano también a otra leyenda de la roja como ha sido Lola Riera. La inteligencia de la valenciana, icono de la terreta con el stick, deja huella en ti para siempre si la ves moverse por la hierba. Una jugadora que siempre habla con franqueza, que no se esconde, así es como amas su deporte; cuando te lo desmenuza con paciencia y lo ves con transparencia. ¡Qué bonito es el hockey explicado por Lola!
No solo les ha distinguido su talento, su capacidad para exprimirse y sacar incluso más de lo posible frente a auténticas bestias, y la piña aguerrida que son, forma parte de su ADN. Y se transmite de unas a otras. Esa unión te convierte en un defensor más, te creces con ellas. No hay más que pensar en la última capitana, con el coraje de María López sólo podías vivir y sentir cada jugada. Sí o sí. La asturiana es la personificación de esa amistad e intensidad. Sus palabras siempre destilan pasión.
¿Que por qué tengo tan claro que esto sigue siendo el motor de la actual selección? Pues porque ella misma me lo dijo y, como me pidió, hoy lo vuelvo a sacar.








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