Geralt de Rivia, el personaje que no tuvieron ni JRR Tolkien y George RR Martin.
Si bien es cierto que la saga de Geralt de Rivia no es tan coral como lo son las otras dos, el brujo es el mejor personaje protagonista que la fantasía épica mainstream nos ha dado. Con la desventaja de que el sudafricano escribió cuarenta años antes que sus compañeros, las adaptaciones al cine y al mundo de los videojuegos han ido redefiniendo la creación de los tres.
Los contextos son siempre relevantes, pues moldean también el carácter y hablan de las intenciones de los autores. Mientras que los elfos de Tolkien trascienden a su propio universo: son excelsos, sabios, longevos, bellos y casi espirituales, los de Sapkowski son viciosos, violentos, tramposos… una raza furtiva poco admirable.
Mientras que la política de Martin juega un papel primordial en sus novelas para hablar de poder, traición y estrategia a gran escala, la de Sapkowski busca un enfoque menos feudal y pragmático; enfrenta la elección individual ante las demandas de la sociedad o el destino. Con bandos menos definidos, explora la complejidad moral y las consecuencias personales de las elecciones.
En El Señor de los Anillos, Boromir es el protagonista más interesante, pues el resto están colocados en cada extremo del tablero con sus hojas de ruta bien marcadas de inicio a fin. El hijo de Denethor II tiene la voz más real de todas, la personalidad con más aristas, pues las novelas se centran en un doble viaje del héroe clásico (Frodo y Aragorn) y en mostrar una epicidad difícilmente superable.
En Canción de hielo y fuego (Juego de tronos), Ned Stark, por razones bien diferentes a las de Boromir—aunque curiosamente sea el mismo actor, nacido para morir en todas sus películas—, es, al menos inicialmente, la figura más atractiva. Hay que explicar los matices y motivos de su honorabilidad, pues vive en un mundo de cretinos, y eso le hace más redondo que el resto. Complicado encontrar otro nombre a su altura.
Llegados a este punto, podemos poner la lupa en Geralt. Carecer de figuras afectivas durante su infancia le otorga ese carácter poco expresivo, esa ausencia de empatía, esa falta de apego hacia las personas. Su rechazo emocional hace que tarde en congeniar con Jaskier, su primer amigo. Pero conectaremos.
El brujo sufre racismo, le rechazan por quién es y por el grupo al que pertenece más que por sus actos cuestionables. Para Geralt no hay paz posible, pese a que es un personaje con una fuerza descomunal y una infinidad de poderes y habilidades, tiene crisis existenciales. Ahí reside la clave de la inmersión en su historia. Es enigmático, complejo y reflexivo, su neutralidad y personalidad le suelen colocar en el centro de todo. La política de su mundo, la guerra eterna entre el Imperio de Nilfgaard y los Reinos del Norte, no copa su historia aunque le salpica y logra que se involucre por momentos pese a que él rehúse el conflicto y no intervenga hasta que sea absolutamente necesario. Tener más páginas para ti te hace controlar el relato, ser tan central le beneficia para poder profundizar en su psique. Y al final se quebrará ligeramente su escepticismo para que el concepto de justicia se vaya colando por sus grietas y se haga hueco en su propio código ético. No es un héroe, ni lo pretenderá, pero ayudará a los desfavorecidos cuando el atropello se produzca delante de él.
Andrzej Sapkowski construyó a su guerrero de dos espadas con toda la paleta de grises y lo supo envolver con un lore a su altura (razas, sociedades y gobiernos) que le evitara sobrecargar al lector de la presencia continúa de su melena plateada mientras seguía explicando su brutalidad, sinceridad y carnalidad con los secundarios.








Deja un comentario