Villar de la Sal y el Viento. 2035.
Los borraron con un mismo trazo, acusándolos de ser iguales. Como si todos los árboles dieran la misma sombra. Lo gritaron hasta que no quedó ningún político. Los que no se fueron por su propio pie fueron arrojados al mismo pozo. Les convencieron de que el pueblo se bastaba solo y terminaron obedeciendo a un solo hombre, que por suerte era «del pueblo». La tiranía que siguió sí que fue idéntica para todos: hambre y silencio. Hundidos en la oscuridad, comprendieron que habían empujado también a los que portaban luz. Cuando se dejaron de abrir hospitales y escuelas, cuando faltaba quien firmara, fueron conscientes de que ellos mismos habían rubricado el decreto de la indiferencia popular que les había sentenciado.








Deja un comentario