¿Grabar vídeos de tu gato con filtro Valencia? ¿Comentar videojuegos mientras comes papas?
Ser creador de contenido es el sueño perfecto: te levantas a las doce, enciendes el móvil, grabas un vídeo de 30 segundos diciendo cualquier cosa, lo subes a TikTok y… voilà, fama y dinero llueven como maná digital. Un trabajo durísimo, claro: elegir el filtro correcto, recordar sonreír a cámara y aguantar la carga insoportable de… recibir paquetes gratis.
Al menos, esa es la caricatura que muchos tienen en mente. Y, siendo sinceros, no siempre es una exageración. Algunos perfiles viven del puro postureo: subir fotos con cafés “artísticos”, opinar de cualquier tema sin preparación o disfrazar intereses políticos de entretenimiento. Todo con la etiqueta mágica en la bio: Creador de contenido.
Con ese panorama, no es raro que una parte de la sociedad mire esta profesión con recelo. Porque, comparado con trabajos físicos o técnicos, cuesta entender que grabarse hablando al móvil pueda considerarse “una carrera”.
Cuando el contenido va en serio
Pero claro, reducir todo a esa caricatura es injusto. Detrás del cliché del influencer con dientes blanqueados y taza de matcha, hay profesionales que entienden cómo funciona la comunicación hoy y que aportan un valor real.
Las empresas lo saben bien. Da igual si hablamos de una gran multinacional, una ONG o un bar de barrio: todas necesitan contenido. Y no hablamos de selfies con brunch, sino de vídeos explicativos, podcasts, campañas de marketing, directos, newsletters o tutoriales. Todo eso requiere guion, estrategia, edición y un conocimiento profundo de cómo captar y mantener la atención en un océano de información. Ninguna marca sobrevive sin generar. Ya no basta con un cartel o un anuncio en la tele.
Hoy nos encontramos con:
- Divulgadores: quienes hacen comprensible lo incomprensible, como Quantum Fracture acercando física en YouTube. Desde los que explican curiosidades lingüísticas en TikTok hasta quienes cuentan historia en hilos de Twitter.
- Educadores: tutoriales de matemáticas, cocina o bricolaje, como el incombustible Julio Profe.
- Entretenimiento: streamers, cómicos, músicos, desde Ibai Llanos hasta creadores pequeños con comunidades muy leales.
- Periodismo alternativo: podcasts y canales que informan y analizan al margen de los grandes medios. Con otra mirada y a menudo sin intereses ocultos.
Y la verdad: todos consumimos ese contenido a diario. Desde un vídeo que te enseña a cambiar una bombilla hasta un podcast que te acompaña en el coche. Lo que antes era patrimonio exclusivo de la televisión, la radio o los periódicos, ahora nace también de un micrófono casero y una buena idea.
La psicología del recelo
El problema es que este trabajo no se ve como “trabajo” en el sentido clásico: no hay fábricas, no hay mono azul, no hay sudor visible. Parece fácil. Pero detrás hay planificación, constancia y la presión de sobrevivir en un entorno donde, si no destacas, desapareces.
Y mientras algunos solo usan el título como adorno y etiqueta en LinkedIn, otros se dejan la piel creando contenido de calidad, incluso sin ánimo de lucro y con rigor, para informar, enseñar o simplemente hacer más llevadero el día a día.
En conclusión
El término genera desde controversia a risas porque muchos lo emplean a la ligera. Pero también nombra a una de las profesiones más relevantes de nuestra era digital.
Hoy, las marcas los necesitan, los consumidores los seguimos y nuestros hábitos dependen de lo que producen. La clave está en diferenciar al influencer que confunde un selfie con un proyecto profesional del creador que realmente aporta algo.
Porque sí: crear contenido puede ser postureo barato… pero también es un trabajo muy serio y relevante.
Aunque, claro, siempre quedará ese sector que piensa que “ser creador” es lo mismo que ponerle música épica a un vídeo de un gato. Y lo peor es que… a veces, ese vídeo del gato tiene más visitas que tu currículum .








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