Los pilares de ciclismo en pista español
A finales de octubre, Albert Torres se proclamó campeón del mundo de Ómnium en ciclismo en pista. Un logro que, casi dos meses después, merece una mirada reposada y justa. No solo porque fue su octava medalla mundial, sino porque supuso su segundo oro en un Campeonato del Mundo, ambos en pruebas olímpicas. Y todo a los 35 años, una edad en la que muy pocos pistards siguen compitiendo —y ganando— al máximo nivel.
El primer oro llegó en 2014, en la Madison, una prueba que ha marcado su carrera y que ha sido, durante años, uno de los principales refugios del ciclismo en pista español. Este nuevo título en el Ómnium no es solo una victoria individual: es una reivindicación de la constancia, de la longevidad y del talento sostenido en el tiempo.
El valor de Albert Torres no se mide solo en medallas mundiales. Su recorrido europeo es igualmente contundente: siete medallas en Campeonatos de Europa, cinco veces campeón continental. Cifras que lo sitúan como uno de los grandes nombres de la pista española contemporánea.
Pero hay un matiz clave: Albert Torres y Sebastián Mora han sido, durante años, los pilares casi exclusivos del éxito español en el velódromo. Más allá de ellos, los resultados internacionales han sido escasos. Su presencia ha sostenido rankings, diplomas y finales olímpicas en un contexto de evidente falta de relevo.
Tres Juegos Olímpicos y una carrera siempre al límite
La trayectoria olímpica de Albert Torres refuerza aún más su figura:
- Londres 2012: sexto en persecución por equipos, junto a Eloy Teruel, Sebastián Mora y David Muntaner.
- Tokio 2020: sexto en la Madison con Sebastián Mora y décimo en ómnium.
- París 2024: cuarto en Ómnium, rozando una gesta histórica, y octavo en Madison, nuevamente junto a Mora.
Un cuarto puesto que quedará como una de esas actuaciones que no suben al podio, pero sí a la memoria colectiva.
El recorrido de Torres sirve de hilo conductor para hablar de nuevo de ese concepto a menudo infravalorado: los diplomas olímpicos. España ha logrado 37 diplomas olímpicos en ciclismo, y 18 de ellos han llegado en pista. Casi la mitad.
El primero fue en Seúl 1988, cuando Bernardo González Miñano fue quinto en el kilómetro contrarreloj. Un pionero español, especialista explosivo, en una época en la que competir con las grandes potencias ya era un logro mayúsculo.
En Barcelona’92, llegaron dos más: Adolfo Alperi, en persecución y José Manuel Moreno, en velocidad. En Atlanta’96, tres diplomas: uno del eterno Joan Llaneras, leyenda absoluta del ciclismo en pista (dos oros y dos platas olímpicas entre 2000 y 2008). Otro de Juan Martínez Oliver. Y el tercero del equipo de persecución. Sídney 2000 sumó dos: los de María Teodora Ruano y José Antonio Villanueva. En Atenas 2004, llegaron tres más: Llaneras y Miquel Alzamora en la Madison, el equipo de velocidad y Gema Pascual.
En Pekín 2008, dos diplomas: Antonio Tauler y el equipo de persecución liderado por Sergio Escobar. Londres 2012 dejó uno solo, pero significativo: el sexto puesto en persecución por equipos de Bernal, Mora, Muntaner y Torres. En Río 2016, Helena Casas y Tania Calvo fueron séptimas en velocidad por equipos. En Tokio 2020, el ya mencionado sexto puesto de Mora y Torres en la Madison. Y en París 2024, los dos últimos: el cuarto puesto en Ómnium de Torres y el octavo en Madison.

Volvemos a poner en valor los diplomas olímpicos. España, en pista, ha construido gran parte de su historia desde ahí. Nueve de las dieciséis medallas olímpicas se las debemos al velódromo (tres de cada).
Pero el tiempo pasa. Albert Torres y Sebastián Mora no pueden sostener eternamente la pista española. La buena noticia es que este año han llegado señales desde la base: Héctor Álvarez, campeón de Europa sub23 de Ómnium, o Leyre Almena, bronce en la misma modalidad.
Hace 20 años, España era capaz de ganar oros olímpicos en pista. Para volver a hacerlo, primero hay que reconocer a quienes han mantenido viva la llama. Y en ese relato, el nombre de Albert Torres ya es imprescindible.







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