Los pronosticadores de la muerte de la televisión ahora profetizan sobre twitter.
El género documental se desarrolló, sobre todo, en Inglaterra durante la II Guerra Mundial, en parte gracias a Dziga Vertov. Pero no podemos entender a Vertov y a su “El hombre de la cámara”, ni al género documental que nace entonces, sin remontarnos a la Primera Guerra Mundial. El caldo de cultivo había sido la propaganda y la publicidad, que es lo que nos interesa hoy y que tan ligados están.
Estas últimas se apoyan irremediablemente en la fotografía. Y los cineastas bélicos la alimentan. La II Guerra Mundial es una guerra ideológica, ya es una guerra de opiniones. Una guerra de la radio y del cine. Conocemos la utilización y control del cine y de la radio de Goebbels, pero también usaba la radio la Resistencia. El general De Gaulle reconoció que sin la radio no habría existido la Francia libre.
Hitler se dirigía, por una parte, a sus generales y a sus tropas por radioteléfono y, por la otra, a los alemanes por medio de la radio y de los noticiarios cinematográficos. Como ocurriría aquí durante el franquismo con el NO-DO o con películas como ‘Raza’.
‘Películas de actualidades’ en Italia, que equivalen a los telediarios de hoy. Ahí se hace política. También con ceremonias políticas de apariencia teatral (Nüremberg, antes de convertirse en una película de propaganda, fue teatro filmado).
El cine se convirtió en un lugar de combate, en una manera estética de hacer política, como ahora lo hacen las Redes Sociales. El género documental británico inventó los noticiarios críticos como hoy aparecen los canales de twitch y los perfiles de twitter críticos con el sistema.
De la publicidad a la propaganda y de la propaganda a la ocupación de un terreno emocional. Unos ciudadanos escuchaban noticiarios que hablaban de y desde la Francia libre en la radio, viviendo en un territorio virtual muy distinto al que proyectaba el Führer para los que le sintonizaban.
Terrenos como Bluesky frente a X. Emociones que nos apelan difuminando la importancia de los datos y los argumentos e imponiéndose a ellos. Liderazgos personalistas y un star-system que centra la atención en los cabecillas reduciendo y simplificando situaciones y explicaciones complejas a tres frases fácilmente digeribles acompañadas de su rostro.
Esto no es nuevo, no estamos locos, es la guerra de la comunicación, más vieja que Internet. Maldecir una red social no es más que otra estrategia comunicativa, como la que tomó Elon Musk.








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