Amor y pasión por una profesión
El estreno de Septiembre 5, coescrita y dirigida por Tim Fehlbaum, con el conflicto israelí-palestino peor que nunca, no ha sido coincidencia, quizá lo peor del film haya sido el timing, pues llegó a finales de 2024 a las salas en EEUU y en enero a las del resto del mundo.
La película es un abrazo a la verdad, al periodismo de raza y a los fans de las salas de control y realización. Una mirada mucho más interesante a lo ocurrido en los Juegos Olímpicos de Munich’72 que la que Steven Spielberg plasmó en 2005 utilizando más de una hora de metraje que la que ha necesitado el director suizo.
Los protagonistas son el equipo de periodistas deportivos estadounidenses del ABC que cubrían los JJOO y que se vieron de repente obligados a cubrir la crisis de los rehenes de los atletas israelíes, secuestrados por un grupo terrorista.
Cómo pelearon por su espacio y franja horaria, por no cederlo a los de noticias y sucesos, y cómo pusieron en valor el denostado puesto del cronista y presentador de deportes dentro de la profesión es toda una declaración de intenciones inicial.
Los minutos iniciales son un regalo para los aficionados al olimpismo: imágenes de archivo, detalles de las fichas de los atletas o la distribución de horarios entre ellos, que tienen que cubrir el evento de los cinco aros durmiendo en las mismas instalaciones donde trabajan. Las retransmisiones por dentro.
Y es que todo está rodado prácticamente en la misma ubicación: en los controles centrales de la televisión. Sabemos y vemos lo que ellos saben y ven. Es un thriller periodístico, nada de víctimas, villanos o policías. El único punto de vista es el de ellos. Con sus debates éticos, con las decisiones que han de tomar e improvisar. ¿Dónde poner el límite? ¿Hasta dónde los patrocinadores y la audiencia pueden marcarles? ¿Es morbo o interés general?
La compenetración del equipo y la labor de la traductora será vital, y con firme sutilidad encajará su figura en el engranaje. Pero los tesoros de Septiembre 5 son muchos. El método para ampliar fotos mediante lupas. El cableado telefónico. La metodología para meter la mosca propia en antena. Los sistemas de rebobinado, las cintas… toda la tecnología analógica que emplea y muestra es puro amor a la televisión y a su historia.

Llegado un punto, en uno de sus momentos de lucidez, decidirán sacar una cámara de plató al exterior para enfocar la villa olímpica en todo momento. Para contar lo que ocurre, para ser los ojos de los ciudadanos. Algo inaudito. Y veremos la ejecución de su idea sin elipsis. La gestión de la situación no fue sencilla para nadie y ellos hicieron malabares con cámaras y walki-talkies.
John Magaro y Peter Sarsgaard bordan sus papeles como lo hicieron Jaime Lorente y Álvaro Cervantes en 42 segundos interpretando a Pedro García Aguado y a Manel Estiarte. Otra película basada en hechos reales, en este caso española, que se encargó de reflejar otra realidad: la de la selección masculina de waterpolo en los Juegos Olímpicos de Barcelona’92.
El debate en esta última lo planteaba Dragan Matutinovic. Sus métodos de entrenamiento inhumanos le valieron la animadversión del equipo. ¿El fin justifica los medios? De forma, esta vez 100% ficcional, volvió a aparecer el tema recientemente en la serie de fútbol de Prime Video La Academia. Lo hablamos con su protagonista, Rita González, el pasado octubre.
Estos debates, esta mirada crítica, tanto deportiva como periodística, no debemos perderla de vista. Y el cine, registrando y contando estas historias, es una poderosa herramienta.








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